para clarinete y piano
(2020)
Hay momentos en los que pareciera que vivimos atados a la costumbre, a la comodidad y a una línea que nos conduce lentamente a nuestro final. Sin ver, sin ser.
Hoy en día se requiere de una pirotecnia de “efectos especiales” para asombrarnos porque hasta allá llega nuestra costumbre, pero la vida es dejar la telaraña que se nos ha tejido en la mirada y dejarnos sorprender.
Si algo me regaló la pandemia del COVID-19, fue la oportunidad de dar clases a un grupo de chicos dispuestos a asombrarse y a vivir experiencias distintas con la música.
En una de estas clases salió un tema que me asombró investigar: el choque de las partículas en el aire al ser alteradas por un impulso sonoro. Un evento necesario para que escuchemos, pero que ignoramos como algo parte de nuestra cotidianidad.
Hablar de algo tan interesante con estos chicos y ver su reacción al entender, me cambió la vida. Ese impulso sonoro también estaba siendo un impulso para empezar a vivir.
Impulso es un símbolo del asombro y de la belleza. Una obra curiosa, como un niño al aprender, pero también como un adulto dejándose sorprender y buscando el asombro en lo único que tiene en sus manos: su vida.
«Si hubiera quietud de todas las cosas, ningún sonido golpearía el oído; esto, por su parte sucedería porque, al cesar todos los movimientos, las cosas no provocarían entre sí ningún impulso. Para que, por tanto, haya voz, es menester un impulso; mas para que haya impulso es necesario que anteceda un movimiento.» Bohecio.
Interpreta:
Evan Erickson, clarinete.
Maeve Brophy, piano.



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